lunes, 11 de octubre de 2010

Amada ... Amiga

Fueron dos o tres segundos,
quizá seis, no más de diez,
el tiempo que tardé en extrañarte,
en querer salir corriendo de la casa
buscando tus pasos en la calle.

Había partido la amada,
aquella con quien en sueños compartía
sudor y lágrimas,
batallas de amor sobre una cama.

Y yo, allí, en un segundo,
extrañé tu compañía;
no la compañía de la cama,
ni tu lengua agitando mi calma.
Extrañé a la amiga,
aquella a quien le cuento y me cuenta de la vida.
No se marchaba una sola,
se iban las dos:
a la primera la perdía en fiera lucha
y como juez al corazón;
a la segunda la perdió el egoísmo de no ver más allá,
de mandar al abismo al amor.

Salí corriendo a buscar a la amiga. 
La que escucha, que siente, que vive,
que entrega emoción, que le da color a la pasión.
La salí a buscar
porque en el juego del amor,
la amistad nunca será premio de consolación.