domingo, 10 de octubre de 2010

Tu olvido tiene un dueño en esta casa

Me asfixia la idea de encontrarme
Oliendo tu aroma, respirando tu humanidad…
Necesitando de tu aliento para tener el propio
Imaginando que cada exhalación es un suspiro
Callado, que tu cuerpo me regala
Alimentado por el ansia de este corazón ilusionado.

Reniego si te encuentro
Al costado de mis sueños…
Muero en silencio si me roza el
Indeleble aroma del pétalo de tus labios
Rojos,
En  la penumbra del recuerdo imaginado… al
Zigzag de este deseo cultivado.

Renazco en un segundo al ritmo de tu voz en la mañana y
En la geografía de tus ojos o en cada mirada encontrada.
Se avivan sentimientos, se cargan de palabras,
Te vuelves de verdad  al oído de tu
Risa en carcajadas.
Entonces como un rayo, y sin que medie una causa,
Propongo no soñar,  que tu
Olvido tiene un dueño en esta casa.

Podría tocar a tu puerta

Antes que nada, perdóname por escribir estas palabras;  no tengo derecho.  Decírtelas es un atropello a tu calmada voluntad de esperar a que el tiempo alcance a los relojes.  No tengo derecho.

He cumplido en parte mi palabra.  Estoy queriéndote muy lentamente; tanto como el rayo de sol entra por tu ventana todas las mañanas.  Me he dado tiempo, tal y como lo prometí, para dejar que el tiempo haga de las suyas.  Yo qué culpa tengo de la velocidad de mi tiempo; del pasar de las agujas de este reloj intranquilo que tengo por corazón.

He cumplido mi palabra:  aún no pronuncio las palabras amor, matrimonio, eternidad, ni las junto en una sola frase que te tenga a ti por sujeto y a mi en predicado.  He cumplido esa palabra; quizá la promesa incluía no pensarlas pero esa es la licencia que nos damos los que nos acobardamos al pensar en perder la dulzura, el amor, la inteligencia y creamos ilusiones que finalmente y a despecho tuyo, son palabras.  Darnos el lujo de perder, es algo que no podemos hacerlo quienes no tenemos.

Perdóname por escribir estas palabras.  Quizá sea tiempo de decirte toda la verdad.  He incumplido muchas promesas.  No tenía derecho... o talvez si, todos tenemos derecho a llegar a ese mar tranquilo, a ese lugar donde los sueños se pierden en el horizonte y tocan las estrellas y tu has llegado justo cuando quería navegar sin temores, sin sobresaltos.  Sí, se que prometí no hablar de amor pero qué le vamos a hacer si así debe ser el amor: un barco navegando en aguas tranquilas que de vez en cuando tiene al mar picado sólo para recordarle lo importante, lo bello de un mar en paz.

Se que no debo hablar de esto.  Tu mente está demasiado ocupada solucionando los líos de tu vida como para cargarle estos duros fardos sobre su espalda.  Has sido clara, yo lo se; pero qué puedo yo decirle a la vida si al final, cuando me traiga a cuentas, yo le diga que un día, encontré en el camino, el principio de la felicidad y no crucé la calle a su encuentro.

Si, ya se que tienes al tiempo para que él se haga cargo:  “todo a su tiempo” diría el diccionario de tus frases, y aquí estoy yo, regalándote el tic tac de este corazón que aún no sabe para dónde va, pero avanza ... siempre adelante.  Talvez si dieras permiso, podría tocar a tu puerta.